miércoles, 26 de enero de 2011

La guerra de la independencia:ANGEL DE SAAVEDRA

Ángel de Saavedra-Duque de Rivas-(político y escritor)

Se educó con el abate Tostin, un sacerdote de los que huyeron de la revolución francesa, y así aprendió aquella lengua, y pintura con el escultor francés Verdiguier que trabajaba en Córdoba. En 1806 ingresa en el Seminario de Nobles de Madrid, y más tarde en el ejército, en la Compañía Flamenca, formada por nobles extranjeros. Disuelta esta compañía, siguió en la milicia. Con la entrada del ejército de Napoleón, se declaró en contra de las órdenes de Murat de ir contra la guarnición de Segovia, y huyó a Zaragoza. Luchó en la Guerra de la Independencia, participando en la batalla de Ocaña (1809). Restablecido, se dedica en los años de la Restauración de Fernando VII (1814) hasta el pronunciamiento de Riego (1820) a la literatura.
En el periodo absolutista de Fernando VII, en 1823, el Duque de Rivas es condenado a muerte. Se exilia a Gibraltar y de allí a Inglaterra. Lee a Shakespeare, Walter Scott y Byron, y se perfecciona en la pintura que nunca había dejado. Deja Inglaterra y va a Malta y luego a Marsella. Cuando muere en 1833 Fernando VII vuelve a España e interviene activamente en política. Exilios a Gibraltar según los vaivenes de la política conservadora o liberal. En 1843 es nombrado alcalde de Madrid y luego embajador en Francia. Tiene una intensa vida política entre 1850 y1855. El viejo revolucionario se ha hecho conservador en política, pero no en literatura. La gente es la que ha aceptado la novedad de su verso. Fue presidente de la Real Academia, condecorado con el Toisón de Oro por Isabel II, muere en 1864.
Ángel de Saavedra recibió una formación temprana en los autores clásicos españoles que acentuó su finura natural. No hay que exagerar la influencia de Quintana en sus orientaciones literarias.
En 1814 publica el primer libro, Poesías, que recoge la producción juvenil. Su mejor poesía corresponde a su contacto con el romanticismo inglés. Basta leer "El desterrado" o "El faro de Malta" (1828), lleno de ideas románticas europeas y lleno también del recuerdo de Córdoba. Las composiciones históricas son frecuentes; las hay de temas más cercanos, hechos napoleónicos, o las dedicadas a reconstruir un pasado mítico. A este espacio corresponden sus Romances históricos (1841). Acentuando la reconstrucción del pasado histórico tenemos las leyendas de Florida (1826), y La azucena milagrosa (1847). De más amplitud, con intención de exactitud en narrar lo que de hecho sucedió, tal como manifiestan las notas finales que acompañan a los poemas, está El moro expósito o Córdoba y Burgos en el siglo XI (1834).
En su discurso de ingreso en la Academia sólo cita a tres autores extranjeros: Walter Scott, Lord Byron y Victor Hugo. Los autores franceses influirán en su poesía, Victor Hugo en su teatro. Sus comienzos son más bien tímidos. Escoge temas de historia española, pero no puede separarse de la tragedia de tipo neoclásico; es lo que sucede con Aliatar (1816), Lanuza (1822) y, en menor grado, con Arias Gonzalo (1827).
Donde triunfa su romanticismo totalmente y se desborda es en Don Alvaro o la fuerza del sino (1835). La obra se constituye en el paradigma del romanticismo teatral español porque junta la novedad del tratamiento con un tema eterno: la lucha del héroe contra la fatalidad. Don Alvaro marca el triunfo del romanticismo. Las obras siguientes no lograron mantener el aliento de esta obra maestra; La morisca de Alaujar (1841) y la última, que no llegó a ver estrenada, El desengaño de un sueño (1842), muy bien construida pero sin el aliento creativo de Don Alvaro.

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