viernes, 28 de enero de 2011

La Guerra de Independencia Española: SUS TERRIBLES CONSECUENCIAS

Los ingleses ayudan a España.

 Inglaterra ayuda a España en esta guerra de invasión. Desde Portugal entra en nuestro país un ejército bajo el mando del general inglés John Moore con intención de llegar a Madrid, pero en continua lucha con los soldados de Napoleón, es obligado a replegarse hasta La Coruña, donde después de encarnizada batalla, consigue Moore reembarcar a las fuerzas británicas para su patria, pereciendo Moore en esta empresa en enero de 1809.
Nuevamente se internan los ingleses en Portugal a las órdenes del general Wellington, al comenzar el año 1810, consiguiendo tomar la línea del Tajo.


En tierras portuguesas luchan los ingleses contra los soldados de Bonaparte, a los que manda el general Massena, siendo Coimbra y Torres-Vedras escenario de estas batallas, en septiembre de 1810.
Lord Wellington que reúne 130.000 hombres, entre su ejército y las milicias españolas y portuguesas, persigue al general Massena que se ve obligado a retirarse de Portugal hasta las Fuentes de Oñoro, donde nuevamente se abaten las águilas napoleónicas.



miércoles, 26 de enero de 2011

La guerra de la independencia:ANGEL DE SAAVEDRA

Ángel de Saavedra-Duque de Rivas-(político y escritor)

Se educó con el abate Tostin, un sacerdote de los que huyeron de la revolución francesa, y así aprendió aquella lengua, y pintura con el escultor francés Verdiguier que trabajaba en Córdoba. En 1806 ingresa en el Seminario de Nobles de Madrid, y más tarde en el ejército, en la Compañía Flamenca, formada por nobles extranjeros. Disuelta esta compañía, siguió en la milicia. Con la entrada del ejército de Napoleón, se declaró en contra de las órdenes de Murat de ir contra la guarnición de Segovia, y huyó a Zaragoza. Luchó en la Guerra de la Independencia, participando en la batalla de Ocaña (1809). Restablecido, se dedica en los años de la Restauración de Fernando VII (1814) hasta el pronunciamiento de Riego (1820) a la literatura.
En el periodo absolutista de Fernando VII, en 1823, el Duque de Rivas es condenado a muerte. Se exilia a Gibraltar y de allí a Inglaterra. Lee a Shakespeare, Walter Scott y Byron, y se perfecciona en la pintura que nunca había dejado. Deja Inglaterra y va a Malta y luego a Marsella. Cuando muere en 1833 Fernando VII vuelve a España e interviene activamente en política. Exilios a Gibraltar según los vaivenes de la política conservadora o liberal. En 1843 es nombrado alcalde de Madrid y luego embajador en Francia. Tiene una intensa vida política entre 1850 y1855. El viejo revolucionario se ha hecho conservador en política, pero no en literatura. La gente es la que ha aceptado la novedad de su verso. Fue presidente de la Real Academia, condecorado con el Toisón de Oro por Isabel II, muere en 1864.
Ángel de Saavedra recibió una formación temprana en los autores clásicos españoles que acentuó su finura natural. No hay que exagerar la influencia de Quintana en sus orientaciones literarias.
En 1814 publica el primer libro, Poesías, que recoge la producción juvenil. Su mejor poesía corresponde a su contacto con el romanticismo inglés. Basta leer "El desterrado" o "El faro de Malta" (1828), lleno de ideas románticas europeas y lleno también del recuerdo de Córdoba. Las composiciones históricas son frecuentes; las hay de temas más cercanos, hechos napoleónicos, o las dedicadas a reconstruir un pasado mítico. A este espacio corresponden sus Romances históricos (1841). Acentuando la reconstrucción del pasado histórico tenemos las leyendas de Florida (1826), y La azucena milagrosa (1847). De más amplitud, con intención de exactitud en narrar lo que de hecho sucedió, tal como manifiestan las notas finales que acompañan a los poemas, está El moro expósito o Córdoba y Burgos en el siglo XI (1834).
En su discurso de ingreso en la Academia sólo cita a tres autores extranjeros: Walter Scott, Lord Byron y Victor Hugo. Los autores franceses influirán en su poesía, Victor Hugo en su teatro. Sus comienzos son más bien tímidos. Escoge temas de historia española, pero no puede separarse de la tragedia de tipo neoclásico; es lo que sucede con Aliatar (1816), Lanuza (1822) y, en menor grado, con Arias Gonzalo (1827).
Donde triunfa su romanticismo totalmente y se desborda es en Don Alvaro o la fuerza del sino (1835). La obra se constituye en el paradigma del romanticismo teatral español porque junta la novedad del tratamiento con un tema eterno: la lucha del héroe contra la fatalidad. Don Alvaro marca el triunfo del romanticismo. Las obras siguientes no lograron mantener el aliento de esta obra maestra; La morisca de Alaujar (1841) y la última, que no llegó a ver estrenada, El desengaño de un sueño (1842), muy bien construida pero sin el aliento creativo de Don Alvaro.

miércoles, 19 de enero de 2011

La guerra de la independencia:BATALLA DE OCAÑA

BATALLA DE OCAÑA:

La batalla de Ocaña fue una batalla de la Guerra de la Independencia Española. Tuvo lugar el 19 de noviembre de 1809 junto al municipio toledano de Ocaña  Enfrentó a un ejército francés de unos 40.000 infantes, 6.000 caballos y numerosa artillería al mando del Mariscal Soult con otro español de unos 51.869 hombres, de los cuales 5.766 eran de caballería, con 55 piezas de artillería al mando del general Aréizaga.

El 3 de noviembre, Aréizaga se traslada con sus tropas pasando del Cuartel general a Santa Cruz de Mudela y el 7 de noviembre a Herencia. Las tropas de Aréizaga estaban organizadas en una vanguardia, siete divisiones de infantería y otra de caballería, mandadas respectivamente por los brigadieres Zayas, Luís Lacy, Gaspar de Vigodet, Pedro Agustín Girón, Francisco González Castejón; mariscales de campo Tomás de Zeraín y Pelegrin Jácome; brigadieres Francisco Cópons y mariscal de campo Manuel Freire, muy experto el último en el manejo de la caballería.
La caballería precedía al ejército para explorar el terreno, que se apresuraban a abandonar los jinetes imperiales franceses de Milhaud y París al ver la rapidez con que avanzaban los españoles. A pesar de ello, tuvieron lugar algunos combates, como sucedió en la Cuesta del Madero y a las mismas puertas de Ocaña, junto a cuya villa se encontraba ya reunido el 11 de noviembre todo el ejército español, habiéndola abandonado la noche anterior la brigada Milhaud y la división polaca del IV Cuerpo, que se replegaron hacia Aranjuez.
Aréizaga se dispuso el 14 de noviembre a efectuar el paso del Tajo, la División Lacy por Colmenar de Oreja y el resto del ejército por Villamanrique de Tajo, donde a uno y otro vado desplegaron los ingenieros españoles dos puentes de carros. Dicha operación se vio entorpecida por un temporal que duró tres días. Este inesperado contratiempo desconcertó a Aréizaga y desistió de ella, perdiendo un tiempo precioso, pues mientras él permanecía en Santa Cruz de la Zarza en la mayor indecisión, los franceses reunían en Aranjuez todas sus fuerzas al mando del rey José Bonaparte en persona, con el mariscal Soult: 40.000 infantes, 6.000 caballos y numerosa artillería que mandaba el general Sénarmont. Sin embargo, recelosos todavía los franceses y sin resolverse a tomar la ofensiva, dejaron que Aréizaga avanzase de nuevo a Ocaña el 18 de noviembre, donde hubo un choque de caballería en Ontígola, pudiendo el general español establecer allí tranquilamente sus tropas en la mañana del 19 de noviembre, al saber que los franceses habían al fin determinado atacarle.
El Ejército español formó en dos líneas a derecha e izquierda de Ocaña con la caballería en los flancos: el grupo mayor, mandado por el general Freire, a la derecha, un poco a retaguardia y el otro grupo al mando del coronel Ossorio. A las diez de la mañana rompieron el fuego las guerrillas de uno y otro ejército, dirigiéndose el mariscal Mortier con las divisiones polaca y alemana del IV Cuerpo, apoyadas por otra del V Cuerpo, contra la derecha y centro del ejército español, mientras la de Dessolles se presentaba al frente de Ocaña por la derecha de aquéllas y el general Sénarmont establecía casi toda la artillería de ambos cuerpos en una prominencia que dominaba perfectamente el campo de acción, quedando en reserva con la Guardia Real y las tropas restantes.
La caballería imperial francesa, puesta a las órdenes del general Sebastiani, dio un gran rodeo para practicar un movimiento envolvente sobre la derecha española, objetivo principal del ataque.


[PLANO+GENERAL+DEL+CAMPO+DE+BATALLA.jpg]
vista aerea del campo de batalla

Comienzo de la batalla:
La primera acometida de los soldados polacos fue rechazada por los españoles, que salieron a su encuentro y sólo pudieron ser contenidos en su avance por la artillería francesa, bajo cuya protección se rehizo de nuevo el frente polaco. El frente español reiteró el ataque con más energía y pese a los esfuerzos de su artillería fue empujada la línea española a retaguardia, teniendo al fin que efectuar un cambio de frente, ante la amenaza de la caballería de Sebastiani que se divisaba ya hacia su flanco. Dicho movimiento, difícil en circunstancias tan críticas, incluso para tropas veteranas, lo efectuaron las tropas españolas, unas en desorden, otras con el mayor aplomo y serenidad, sobre todo las de la 1.ª División, cuyo jefe, el brigadier Lacy, empuñando la bandera del regimiento de Burgos para alentar a los suyos, escarmentó a los que de cerca le acosaban, siendo herido el general francés Lewal, que perdió además uno de sus ayudantes. También fue gravemente herido, por la parte española, el marqués de Villacampo, ayudante de Lacy.
Viendo el mariscal Mortier que flaqueaba su primera línea, mandó a Girard que con su división (la 1.ª del V Cuerpo) marchase por los intervalos de aquélla contra los españoles, los cuales, observando que por su izquierda las tropas de Desolles estaban próximas a penetrar en Ocaña y que por su derecha la caballería española huía ante la gran masa de jinetes franceses dispuestos a la carga, cedieron al fin buscando el apoyo de la vanguardia.


Fin de la batalla:
Poco más tarde del mediodía, la caballería imperial francesa, dejando cortados en su rápido movimiento envolvente regimientos enteros, obligó al ejército español a rendir las armas. En las filas españolas, todo fue confusión y pánico, siendo impotentes los jefes y oficiales para contener la dispersión.
Zayas, recibiendo a cada instantes órdenes contradictorias, se mantuvo algún tiempo en su puesto, pero ocupada la villa de Ocaña por los soldados de Girard y de Desolles, tuvo también que retirarse, aunque lo hizo en buen orden, retrocediendo paso a paso hasta llegar a Dosbarrios, donde fue al fin envuelto en la derrota general. Tan sólo la división Vigodet pudo mantenerse unida y en formación ordenada gracias al ejemplo del regimiento de la Corona, cuyo Cuerpo, rodeado de franceses, juró ante su coronel José Luis de Lioni no separarse de sus oficiales, y salvar cinco piezas de artillería con sus carros de municiones, sirviendo aquella División de núcleo para que se le reuniesen algunos Cuerpos de las restantes y unos 200 caballos. Esta columna se dirigió a Yepes, más tarde a La Guardia, y hallando este pueblo ocupado por el enemigo a Turleque, en cuyo punto volvió a ponerse a las órdenes de su general en jefe, sin haber dejado en tan largo y tortuoso camino ni un hombre ni una pieza.
Aréizaga permaneció durante toda la batalla encaramado en una de las torres de Ocaña, atalayando el campo, pero sin dar disposición alguna ni dirigir la marcha del combate y después tomó el camino de Dosbarrios, La Guardia y Daimiel, donde el 20 de noviembre informó a la Junta Central de la catástrofe. Ésta fue espantosa, pues 4.000 hombres resultaron muertos o heridos, de 15.000 a 20.000 prisioneros y se perdieron 40 cañones, equipajes, víveres, etc., casi todo el material del ejército español. El regimiento de España perdió sus dos primeros jefes, 35 oficiales y 800 soldados entre muertos, heridos y prisioneros; el de Málaga las dos terceras partes de su fuerza, y así la mayor parte de los Cuerpos. A pesar del desastre y la derrota sufrida, Aréizaga recibió el agradecimiento de la Junta Central y compensaciones por los servicios prestados.